Los ecologistas advierten de que la sierra se ha convertido en un preciado pastel para el desarrollo urbanístico y el turismo cinegético y acusan a la alcaldesa, Rosa Aguilar, de “sacar la bandera del medioambiente en elecciones”.

Córdoba tiene un tesoro a pocos minutos del centro, un paraíso que esconde lugares de incalculable valor natural e histórico aún desconocidos para muchos cordobeses. Allí joyas como la dehesa, el pinar, el bosque mediterráneo o los arroyos en galería sirven de hábitat al ruiseñor, al martín pescador, al tejón, a la jineta o al águila perdicera, todas ellas especies protegidas que ven como paulatinamente su espacio se degrada y reduce debido a la acción del hombre.

 

Los ecologistas llevan años advirtiendo de los peligros que acechan la sierra y exigiendo la elaboración de un plan que conserve el que es el mayor patrimonio natural de la ciudad junto al río Guadalquivir. Pero la realidad es que actualmente no existe una ordenación específica que proteja las más de 20.000 hectáreas de masa arbolada del término municipal -la Gerencia de Urbanismo sólo ha aprobado el avance del futuro plan hace una semana-, una inmensa superficie en la que se localizan parajes idílicos como la Fuente del Elefante, los Baños de Popea o el Arroyo del Bejarano y que sirve de corredor natural para el lince ibérico.

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