DIARIO CÓRDOBA

Córdoba despertó ayer entre mugidos y cencerros. Un sonido inusual para la ciudad como fondo de una imagen también insólita, la que dibujaron sobre el asfalto unas 200 vacas en tránsito hacia su refugio de verano tras un invierno en los pastos de Villaviciosa. Una escena de trashumancia que, de paso, sirvió para reivindicar los valores de una tradición milenaria y reclamar la puesta en valor de las vías pecuarias.

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Al frente del ganado, dos familias de trashumantes, los Yebra y los Pereira, de Granada y Jaén, respectivamente, de vuelta ya a sus puntos de origen después de cinco meses en la finca Santo Alto, en el Guadiato. Allí han echado un "invierno duro", según cuentan, y eso porque las intensas lluvias les han perjudicado más que beneficiado, pero aun así están "dispuestos a volver" tras recuperar una experiencia casi perdida.

Desde el Brillante hasta los aledaños de El Arenal, las vacas discurrieron por la plaza de Las Tres Culturas, República Argentina o Conde de Vallellano sorprendiendo a quienes se topaban con su paso. Mientras, Juan Pereira, contaba la experiencia: "De techo hemos tenido las estrellas y de compañero al perro", decía con un romántico tono bucólico.

Juan es la quinta generación de una familia ganadera. Camino ahora de Sierra Mágina explicaba que "este año queríamos salirnos de la nieve en busca de la hierba", de ahí la aventura cordobesa. Pero el vaquero aseguraba que la trashumancia "está muy difícil por la dificultad en acceder a las vías pecuarias", algo que, sin embargo, no le hace caer en el desánimo: "Ejercemos nuestro derecho y este año hemos dado un paso más, aunque económicamente no merece la pena".

Eduardo Yebra, camino de Sierra Nevada, tampoco es nuevo en este menester, aunque "la trashumancia está perdida porque no encontramos apoyo de las administraciones y sí muchos impedimentos en las vías pecuarias". Además, añadía, "esto es muy duro y hay que llevarlo en los genes, aunque vamos a intentar mantenerlo para no perder la tradición", que en su caso se remonta más allá de sus bisabuelos.

El recorrido urbano finalizó junto a la autovía, en el descansadero de la vereda de Granada, según destacó Francisco Cobos, concejal de Medio Ambiente, quien en una fiesta organizada allí por el Ayuntamiento, Ecologistas en Acción y la plataforma A Desalambrar --hubo música folk y el típico perol cordobés-- los animó a mantener la tradición. Juan Escribano, de Ecologistas en Acción, destacó de estos vaqueros que, "con sus duras vidas, son un ejemplo de ganadería sostenible", al tiempo que reivindicó "su trabajo, que no está valorado suficientemente, y el mantenimiento de los caminos públicos". Algo en lo que también incidió Manuel Trujillo, de A Desalambrar: "Reivindicamos que se facilite la labor de los trashumantes y la recuperación de las vías pecuarias, muchas intransitables".

Todo esto en una jornada que dejó imágenes en la ciudad de otro tiempo, con vaqueros y vacas apoderándose del asfalto en medio de un sonido atípico de mugidos y cencerros.